SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS...

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS...

Chicho Morales 03 / JUL / 2020 0 692 2 minutos

Algo así era lo que Humphrey Bogart le decía a Ingrid Bergman al final de la maravillosa Casablanca, frase que representa a mi modo de ver la alegría por lo vivido en vez de la tristeza por lo perdido.

No, no me he vuelto poeta, simplemente les doy un enfoque, que, aunque algunos lo aplicamos de forma natural y consciente otros no tanto. Me refiero, y aquí es donde entra el golf, porque sobre eso va este blog, a los muchos sinsabores que en ocasiones nos depara este deporte. Salimos al campo con ilusión y muchas ganas de jugar, pero no siempre la cosa sale bien, bueno en mi caso, no siempre la cosa sale mal…pero al ir pasando los hoyos nuestro estado de ánimo varía con una facilidad asombrosa, un gran golpe nos sube la moral a tope, posteriormente fallamos un putt y nos acordamos de todos los santos.

De hecho, en ocasiones un partido se convierte en una montaña rusa de emociones, a la cual nunca nos acabamos de acostumbrar, y si además se trata de un torneo o nos estamos jugando algo con nuestros compañeros de flight, la intensidad de esas emociones se acrecienta, porque reconozcámoslo, a ninguno nos gusta perder, aunque juguemos contra jugadores con hándicap mucho más bajo que el nuestro, siempre queremos hacerlo bien y ganar.

Lo cierto es que, en el fondo, un jugador de golf disfruta cuando juega, bien o mal, porque lo importante es pisar la hierba, es más, disfrutamos cuando hablamos de golf. Esto nos lleva a la otra parte indisoluble del juego, que es la parte social. Yo no entendería el golf si no tuviese ese lado, que te hace conocer gente continuamente, unos más simpáticos otros menos, pero socializas, intercambias opiniones, gastas bromas (muchas, sobre todo cuando das un mal golpe, o muchos) y en definitiva compartes buenos momentos y de alguna forma te enriqueces.

Yo no sé quién fue, probablemente un escocés, pero habría que hacerle un homenaje al que inventó el HOYO 19, el tipo se lució, porque al final del partido, todos acabamos ahí, socializando, permitiendo crear un equilibrio en nuestras sensaciones, uniendo los dos lados del golf, el competitivo y el social, que además nos sirve de consuelo cuando jugamos mal, y nos hace darnos cuenta que aunque el partido fuera horroroso, mereció mucho la pena haber ido a jugar ese día. En el 19, nos reímos de lo mal que lo hemos hecho, o de lo mal que lo hicieron los demás, y le encontramos el auténtico sentido a este deporte.

Así que ya saben, si a Humphrey y a Ingrid siempre les quedará París, a nosotros siempre nos quedará el 19.

Rubén García.

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